Noticias Fecha: 16/07/2012 - 14:17 Hs

Colombino: "Pensé en imbricar la vida de esos seres anónimos"

Colombino:

Con su quinta novela, el escritor Carlos Colombino con su seudónimo Esteban Cabañas, alcanza uno de los galardones más importantes, basado en una obra que le demandó dos años de escritura.

A pesar de que se queja de su estado de salud, la diabetes y otros problemas, se desplaza con lentitud pero con firmeza, apoyado en su bastón. Se acomoda y empieza un diálogo que, a medida que se extiende, se ramifica en las diferentes facetas en que incursiona con tenacidad desde hace cinco décadas.

Con todo, está muy bien predispuesto para conversar; nos comenta que estaba en Venecia cuando recibió la noticia del premio, "porque fui para despedirme de Italia, porque con esta historia de la insulina es un desastre andar de aquí para allá", nos confiesa. Porque tiene diabetes avanzada, pero exhibe una notable lucidez.

"Trabajé este texto durante dos años. Comencé a trabajarlo y después fue creciendo solo; me recordé de la piedra de Emboscada que dicen que crece y se está volviendo una masa enorme. Con ese crecimiento tenía que ubicar las cosas en un espacio, en un tiempo, en organizar una estructura que pueda albergar todos esos elementos. Quería hacer una novela no convencional, que esté como perturbada, que tuviera un elemento de ruptura con la novelística convencional. Usé como pretexto el caso de una mujer ya mayor, que viene como migrante al país, tiene marido, hijos. Y tiene una visión del Paraguay, y de pronto ella va armando su lugar en el mundo, y cuando ya está muy mayor, queda con ella un nieto que de alguna manera la absorbe. Y se dedica a criarlo hasta que se vuelve como loca y dice: 'Yo no puedo dejarlo a este niño en este país tan espantoso'; entonces lo ahoga. A lo largo de la novela, a cada rato se habla de que este país se va al río, se va deslizando. Ella vive en un pueblo que está muy al norte, Puerto Pinasco, sobre el río. Hablo de ese sitio porque yo pasé mi niñez ahí. Y describo cómo era en los años 20, 30, ese pueblo. Y eso está mezclado con los recuerdos de ella".

Una mujer francesa

El personaje central es una mujer francesa que a los 14 años viene con el grupo de sus compatriotas para armar los talleres de Puerto Pinasco para empresas tanineras, a fines del siglo XIX.

"Tomo la figura de ella, que es mi abuela; entonces no tuve necesidad de investigar nada, porque yo captaba lo que ella decía, cómo se vestía, etc. Esto fue fundamental. Pero el personaje de ficción no tiene nada que ver con ella, aunque muchas formas de ver la realidad le pertenecen. Y en cuanto al niño, tiene dos abuelas: una paraguaya y otra francesa, dos mundos que se empeñan en sobresalir, en sobreponerse al otro. Me sirvió mucho sobre todo el proceso de cómo ir armando el texto para que no fuera como una memoria. Entonces aparece un castellano atravesado por nuestras formas de hablar. De repente un personaje dice: 'Me voy para venir (Aháta aju)'. Recuerdo que mi abuela francesa hablaba mejor guaraní que mis padres.

"Le llamo Atajo, porque cuando yo vivía con ella, solíamos ir los sábados a un pueblo que quedaba muy cerca y llevaba una valijita de enfermería y ponía inyecciones a los niños, sueros, vitaminas. Y una tarde el cielo se puso negro y ella dijo: 'Volvamos'. Salimos del pueblito, llegó la tormenta, se oscureció todo y ella dijo: 'Vamos a tomar un atajo'. Y el atajo era cruzar el cementerio indígena, y al hacerlo, veo a los enterrados de pie, con la cabeza afuera y un plato de comida enfrente, que era para el tránsito. He estado con esa imagen durante muchos años; llegué a pensar que era una pesadilla. Hasta que un día Óscar Ferreiro me dijo: 'No es un sueño; ese pueblo se llama Lengua, es un pueblo indígena, es el ritual de ellos, así los entierran'. Algunos estaban con la cabeza completa, otros eran solo cráneos ya; eran pasto de los animales del lugar. Por eso le puse el nombre.

La novela es un trabajo de relojería, era preciso armarla para que fuera asequible para todo el mundo, por un lado, y, por otro, unir todos los pequeños hilos que componen la trama".

Novela de ruptura

"Usé un lenguaje poético, pero menos, a diferencia de los otros libros, porque cuando la realidad es tan áspera, hay que pasarlo por un tamiz. Puse elementos que usualmente no se usan en las novelas, como la vida sexual de la persona".

En cuanto al estilo, menciona que optó por hacer una novela de ruptura, inspirada en el movimiento beatnik, de los años 60, que hizo florecer en Estados Unidos un tipo de literatura muy transgresora, a través de autores como Allen Ginsberg y Jack Kerouac.

"Estuve trabajando esa línea que trabaja mucho lo cotidiano, la realidad miserable, lo que me obligó a involucrarme profundamente en lo que es la estructura novelística. Pensé en imbricar la vida de seres anónimos que están trabajando en el fondo del mundo".

La historia transcurre entre el año 1920 hasta la revolución del 47.

Le abordamos si esta obra tiene relación con las otras novelas ambientadas en la época colonial y siguientes. "Si se piensa que es algo que uno va jalonando a través del tiempo, diría que no. No me propuse como un plan. Parecería como un plan, yo no lo pensé así, pero reconozco que sucede, que quedás atrapado por eso. En cada obra que imagino, sea en pintura o en otras áreas, pienso cómo uno puede ir desarrollando esa idea dentro de tu propia vida. Como un elemento de reconocimiento de todo. Porque cuando uno llega a la edad que yo llegué, ya no puede uno estar presentándose a concursos. Pero dije: 'Lo voy a hacer'. Pensé que yo no tuve ese tiempo de sentarme a escribir y presentarme a concursos. Entonces dije: 'Voy a intentarlo'. Lo presenté y no se lo dije a nadie".

Aunque se presentó ya a concursos de poesía y de novela, como con la obra Lo dulce y lo turbio', editada en la Argentina y que llegó a 7.000 ejemplares, y que hoy está agotada. Nos cuenta que también está abocado con el editor Cayetano Quatrocchi y con Ricardo de la Vega a la publicación de un compendio poético de toda su producción en este campo. "Tiene unas 400 páginas", nos dice.

En cuanto a la novela ganadora, saldrá con su nombre literario de Esteban Cabañas, posiblemente en agosto próximo.

Un fragmento de Atajo, la novela ganadora

Cada cual, en esa casa, iba por su lado. El abuelo no se apartaba de sus naipes: el solitario era para él una escapatoria. Sentado bajo la enramada, las barajas lo sumían en una nube de silencio. Margot lo despertaba, a veces, a fin de recuperarlo, pero la mayoría del tiempo le dejaba aislarse. Lo suprimía.

Fuera de su trabajo, el hombre se transformaba en un animal macilento, un paquidermo gris, con ojos claros de los que huían las miradas.

Margot disfrazaba su fastidio repasando el piso, limpiando sin cesar los muebles. Bombeaba el agua del aljibe y cantaba, canturreaba más bien, con un medio tono de murmullo sinuoso; casi imperceptible, caminaba por el escampado buscando flores que aparecían por entre el pasto. Largos paseos hasta el río. Se mojaba los pies en la orilla. Se hacía acompañar de Rolando.

Breve perfil

El artista Carlos Colombino (Concepción, 1937), quien es ampliamente conocido por su labor en el campo de las artes visuales. En el campo literario publica regularmente poesía, y en ficción tiene títulos como De lo dulce y lo turbio (1998), El dedo trémulo (2002), Humo sobre humo (2006) y La cornisa (2009). Su labor en este campo le ha significado diversas distinciones. Es también un destacado gestor cultural, creador de museos, entre ellos el Museo del Barro. Reside actualmente en Areguá.

Fuente: Diario Ã?ltima Hora - http://www.ultimahora.com/notas/544513-Colombino:-Pense-en-imbricar-la-vida-de-esos-seres-anonimos

 

 

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